La marca de un
gran periódico es que tiene grandes amigos y grandes enemigos, y El Periódico
los tiene ambos.
Yo grande no soy,
ni seré; pero sí soy, y seré siempre, amigo de El Periódico.
Lo fui desde
que comencé a trabajar allí. O sea desde que empezó.
Ya he contado
esto en otra parte: que cuando arrancó El Periódico había nomás como cinco
computadoras, obviamente del siglo pasado. A partir de semejante estado basal y
embrionario todo se fue desplegando, hasta que la sala de redacción se
convirtió en un centro vibrátil donde se condensaba todo el acontecer nacional.
Por el diario pasaban unas figuras que ustedes no creerían.
En lo
personal, El Periódico me dio la educación sentimental que yo necesitaba, y me
dio la posibilidad de hacer lo que más quería: trabajar escribiendo. Y escribí
muchas notas, que lamentablemente hoy ya no existen porque entonces no había
versión digital del diario, y por tanto no están almacenadas en la red.
Más tarde dejé
de laborar de planta, pero me quedé con mi columnilla Buscando a Syd. Cada mes he ido volviendo a El Periódico por un
cheque que nunca ha dejado de llegar, hasta hoy, que se acabó la plata.
Cada mes pasaría
yo dejando una factura en el diario, y me gustaba eso de saludar a los guardias
afuera; hablar un ratito con la asistente de Zamora; echar un vistazo discreto
a la sala de redacción con su personal siempre cambiante, morfante…
Por esa sala
de redacción han pasado muchos talentos, que allí encontraron calor y formación.
Allí se hicieron cosas increíbles y muy frescas en las distintas secciones:
nacionales, domingo, investigación, cultura, etcétera.
Acaso hoy El
Periódico ya no reverbera en el ambiente como lo hiciera hace unos años. Pero
eso es porque, para empezar, lo damos por descontado, y luego porque ya
contamos con un paisaje periodístico más musculado.
Pero no
olvidemos, nunca olvidemos, que ese mismo paisaje es, en buena parte, fruto de lo
que el propio El Periódico ha rendido. Además me parece que es un diario que,
hasta la fecha, ha seguido siendo gallo y relevante, y se ha mantenido
descubriendo y propagando Cosas.
Ahora que me
voy de El Periódico, que El Periódico se va de mí, es como si estuviera
viviendo la muerte de alguien. Ni modo. Tanto tiempo y energía invertida: la
conexión kármica era muy fuerte.