Dios sabe que no me gusta Maduro. Como Dios sabe que nunca me gustó
Chávez. Y siempre fui muy claro en ello en mis opiniones públicas.
Ninguno de estos dos energúmenos me ha simpatizado por múltiples razones, siendo
la principal el continuismo en el poder, que aborrezco.
Dicho esto, me parece que en este asunto de Venezuela no podemos ceder a
ningún maniqueísmo perceptual. Hay varios cánceres allí estafándonos al mismo tiempo. Tanto
el régimen como muchos de sus opositores participan de la misma propaganda shuca.
Una de las cosas que más lamento de toda esa situación es la
desinformación mediática.
Procuro no olvidar que uno de los ejes del derrocamiento de Árbenz fue el uso de volantes y radio (“La
Voz de la Liberación”). Eisenhower ni siquiera tuvo que invertir en una ofensiva militar hegemónica. Nos convertimos en el hazmerreír de las revoluciones.
La invitación es a no acreditar una foto simplemente porque aparece en nuestro timeline. No seamos mandriles.