Como yo lo veo, con diseños artísticos
menos sacrificados (y sentimentales) pero más inteligentes podemos obtener
resultados mucho más eficaces. ¿Pero qué sería del promotor cultural sin ese
gran derroche sacrificial, sin ese moroso arrastrarse, sin los dispendios y las
circularidades catatónicas? No pido que se conviertan en empresarios, pero
podrían tener la humildad de aprender un par de cosas fuera de la religión
estética que profesan; por ejemplo podrían aprender a no ceder al idealismo
inoperante y generar resultados medibles. Pero bueno: de mediciones nada
quieren saber, estos Cristos culturales.