No sabemos quién dice la verdad, y si la dice entera. Entre más información
circula, menos dan ganas de comprometerse con un punto de vista. En el mercado
de la información, el consumidor se queda viendo con cierta incuria, y
linfáticamente, los anaqueles, sin saber qué cereal o producto de limpieza
consumir, habiendo tantos.
Lo mismo con Venezuela. Es imposible saber a ciencia cierta si las
protestas son genuinas o un diseño, cuál es el objeto y propósito
de las mismas; si hay uno ulterior; el grado de responsabilidad preciso del
gobierno de Maduro en los exabruptos recientes; cuántas oposiciones están en
juego; y por qué hay heridos en última instancia, por no hablar de los muertos.
Como a veces se dice, para bailar el tango se necesitan dos. Y parece que parte
y contraparte en Venezuela ya está muy conyugalizadas.
En fin, se habla de la soledad de los de dentro de Venezuela, pero también está la soledad de los de afuera, que miramos y apenas entendemos. La única guerra honorable será la guerra de la claridad.