He procurado cultivar muchos géneros
literarios, y en todos encontré gozo y elevación. De todos modos, me he estado preguntando con mucha seriedad cuál es el género que un escritor como yo –en una
posición concretamente extraña y limbo–marginal como la mía– debería cultivar. Son varias
las razones que me llevan a concluir que el relato –un género que
desde el punto de vista editorial funciona menos que la novela en países
culturalmente construidos– en Guatemala en cambio oferta toda clase de posibilidades.
Y adicionalmente lo disfruto un buen vergo. Me podría pasar toda la vida
haciendo cuentos, pequeñas arquitecturas narrativas; sería feliz.