Me enviaron la semana pasada un par de copias de Puertos abiertos, Antología de cuento
centroamericano, del Fondo de Cultura Económica, en el cual quedo incluido. Esto es –en teoría– lo mejor del
cuento en Centroamérica. En la práctica quién lo sabe, porque como ya dijo Yogi
Berra: en teoría la teoría y la práctica son lo mismo; pero en la práctica, no.
En términos personales, verse publicado en FCE podría degenerar en un asunto sentimental, dado que me crié con libros de FCE. Mas considerando que la edición de Puertos abiertos está suficientemente chula.
En términos personales, verse publicado en FCE podría degenerar en un asunto sentimental, dado que me crié con libros de FCE. Mas considerando que la edición de Puertos abiertos está suficientemente chula.
Pero no me voy a prestar tampoco a esa clase de
vanidad. El monte Rushmore queda en Dakota del Sur, hasta donde sigo recordando.
Cuando yo era bien chavito, yo leía ilusionado una
antología de cuentos en donde aparece por cierto Sergio Ramírez. Ahora aparezco
en una antología equivalente –mejor, en realidad– junto a Sergio Ramírez. Salvo
que, a estas alturas, ya vi cómo es la cosa, y ya me pela un poquito. De todos
modos, es reconfortante saber que no traje tampoco vergüenza e ignominia a mi propio país
con mi relato, pienso yo.
No es la primera vez que me invitan a una antología
de cuentos pero lo que no termino de entender es porque nunca me invitan a las
antologías de poesía (no me llamaron para Puertas
abiertas, Antología de poesía centroamericana). Soy tan mal poeta como
cuentista, después de todo.