No voté por Otto Pérez Molina, pero no me impide eso
celebrar su sugerencia de despenalizar la producción, transporte y comercio de
droga. Fue un gesto de tremendo poder propio, un grito político intrépido, nada
complaciente, ya vanguardista, dadas las circunstancias tan conservadoras y
lacayas del medio. Que lo anuncie tan pronto en su gestión un signo –por lo menos
aparente– de independencia, y de sentido común, y explicita una alternativa que
cada vez se vuelve más obvia.
La embajada de Estados Unidos en Guatemala rasgó
vestiduras, con lo del tema de la despenalización, y sacó un comunicado
santurrón de una vaguedad repugnante. Nunca funciona. El fariseísmo nunca
funciona.
Peor aún cuando se toma en cuenta el hecho de que
nosotros no seríamos una sociedad con problemas de droga –aquí hablo de seguridad, no de consumo– si ellos, los gringos, no necesitasen
que se la intermediásemos, que se la mecapaleáramos. Desde el punto de vista estricto del consumo, nuestra situación más bien es como la del pusher que está vendiendo en la calle,
y que al principio no consume pero al final termina consumiendo por tanto
contacto con el material. Cuando dejemos de ser un punto para el tránsito
ilegal de droga, nuestro consumo se va a venir abajo.
El bloqueo que los Estados Unidos promueve alrededor
del tema de la despenalización (hay bloqueos conceptuales y políticos como los
hay económicos o marciales) no proviene de una mera disensión de método para
resolver un problema: les interesa llanamente que el problema sobreviva.
La droga no se despenaliza en EU porque
constituye un aliado para su modelo
específico de política externa en Latinoamérica, como en otras partes del mundo
lo ha sido el terrorismo. Es un modelo que se ha venido especializando a lo
largo de las décadas.
El viejo paradigma de combate al narcotráfico nunca
ha funcionado, porque de entrada su misión no era funcionar. En realidad todo
paradigma de combate siempre tiende a fractalizarse en sucesivas e
interminables polarizaciones. Es una broma de mal gusto que los Estados Unidos
hable de progreso en Colombia. La gestión de los EU en Latinoamérica en el tema
droga ha sido un completo desastre. Y en términos internos, ellos dan el ejemplo de que el consumo de cocaína ha disminuido un 43%, pero eso es simplemente porque
otras drogas han venido a inundar el
mercado.
¿Qué pasaría si se despenalizara el transporte,
comercio y consumo de droga en Guatemala? ¿Qué formas mutantes de oligarquía
ascenderían?
Lo que ciertamente no podemos hacer es satanizar la
droga. La postura de satanizar la droga es siempre inmadura, porque la droga no
tiene ninguna cualidad inherente de maldad: todo está en cómo uno se relacione
con ella. En la misma línea, la adicción no es un problema de drogas, como lo
sabe cualquier adicto que se ha recuperado de ellas: es un problema de orden
más profundo.