Tratamos de pelear pero nunca funciona. Enviamos
las epístolas de la furia, pero luego comprobamos que están en blanco, puros
amagues sin fundamento. Pretendemos introducir a nuestro mutuo sistema de realidad un gran zopilote crudo: se desvanece, como el espejismo. ¿Para qué hacer como que gritamos si en el fondo sabemos que nos adoramos el
uno al otro? En tal momento subimos la voz y amenazamos, pero en el momento
siguiente nos regalamos hermosos cráneos pulidos de perla. Es venal este
ejercicio de pretender que no estamos histéricamente, zarpullidamente, enamorados. Los
años pasan, pero nadie a nosotros nos puede acusar de ser amantes comunes. Éter, gato, llave: la vida es tan buena
a tu lado.