Los saludo, emanaciones de
la selva, mártires de la savia, listos a morir ante la motosierra,
defendiendo el templo de las hojas. Los asesinos mean la sangre de sus hijos, ¡nada les
importa! No amainen combatientes, gritos de la carne. Cada ser humano
está conectado a un tronco preciso –unido por un levísimo cordón umbilical. ¡Cuando el palo se desplome será él mismo quien caiga, crujiendo! Véase el árbol como un ángel erguido, en estado impecable de verticalidad; su función sagrada: unificar, para siempre, la tierra con el cielo.