O sea que uno escribe,
trabaja por mareas. Hay momentos en donde te va cayendo el sustento en
proporciones bíblicas, todos te llaman al mismo tiempo, al punto que se precisa
rechazar proyectos (y uno mendigando un rato libre). Y luego adviene una
temporada en donde solo las moscas. Es la vida del freelance. Esas corrientes
laborales –aprendí– no dependen de uno. A veces hago lo imposible por conseguir
clientes, con un margen de éxito completamente desmoralizante. Y luego ocurre
que éstos me caen sin yo buscarlos. Es un Proceso Bastante Inescrutable, si me
lo preguntan. Ahora he decidido que en las tardes, cuando esté desocupado, en
lugar de ponerme puro mula a conseguir más brete, que de todos modos va a caer,
pero no porque yo lo quiera y sea mi voluntad, sino más bien en acuerdo a un
misterioso ritmo laboral que yo no controlo, en lugar de forzar nada, entonces,
mejor me pongo a hacer mantras de Vajrasattva1. El asunto aquí es
aprender a confiar en la aparición mágica y siempre oportuna del dinero. Ya
decía el Jodoroswky del dinero que es energía espiritual y en efecto. Y Sabina:
que el dinero es poesía. Por tanto hay que tratarlo, digo yo, poéticamente, con
elegancia, sin prisa, sin pánico.
1 Lo cuál me convierte en
un vago… un vago vajra…