No recuerdo la fecha exacta en que empecé con mi columna de El Periódico. En mi blog las primeras columnas que subí datan del 2002 (aunque es posible que hubieran otras antes de ésas). Si en efecto empecé a escribir en 2002, el próximo año cumplo una década de estar en Buscando a Syd.
Para mí Buscando a Syd fue en un principio –y sigue siendo– la emergencia de la intimidad, en un medio en donde el yo era un tabú, periodísticamente hablando. Ahora eso ha cambiado, mucho gracias a los medios alternativos y redes sociales. Pero antes la cosa era distinta.
La idea siempre fue rechazar el tono editorializante y hacer una columna literaria. Al principio inclusive jamás escribía de política, aunque más adelante sí lo fui haciendo, necesariamente, pero siempre manteniendo el juego de autor. Y nunca lo político se ha vuelto un tópico exclusivo de Buscando a Syd. Nunca quise que la columna adoptase un tono programático, pontificio, ideológico.
Espontáneamente, mis columnas fueron adoptando un modelo integral, sin ni siquiera haber leído a Ken Wilber. Luego me di cuenta que en Buscando a Syd están todos los cuadrantes: lo subjetivo, lo intersubjetivo, lo objetivo y lo interobjetivo.
Lo más importante era hacer de cada columna un poema: allí la consigna. Y releer. Con eso de escribir columnas –y con cualquier cosa en realidad– corregir es el secreto.
Se refieren a veces a nosotros como “los de la penúltima”. Pero rechazo esa categoría grupal. En realidad, yo raramente leo a mis compañeros de página (no es personal: es que apenas leo los periódicos, más bien soy propenso a los telenoticieros). Creo que para bien: hay que evitar el incesto a toda costa. Juntos, pero no licuados, digo yo. Está claro que hay ciertos puntos de encuentro, pero siempre me disgustó que nos vieran en bloque. Póngannos a hablar juntos en una misma mesa, y verán lo mucho que estamos en desacuerdo en todo. Las diferencias son enormes.
De la columna diré que ha sido un honroso medio de vida. De todos mis “clientes”, es con El Periódico con quien he mantenido la relación más longeva. La otra vez Fidel de Siglo XXI me dijo que en ese diario los columnistas no cobran, lo cuál me pareció suficientemente escandaloso: escandaloso que los dueños no paguen, pero más escandaloso que los que otros no cobren. Los columnistas cuando no cobran por sus columnas devalúan e insultan el medio.