Mauriceando.

jueves, 17 de febrero de 2011

En La Antigua

Nos fuimos unos días de vacaciones a La Antigua, con CL6. Hartazón, ocio radical, sexo. Como patricios romanos en plena decadencia. Justo lo que necesitábamos.

Y caminar. La Antigua es una ciudad esférica, no lineal. No lleva a ningún lado. Por eso está repleta de dimensiones interiores. Te metes a un barcito, a un restaurantito, y resulta que es enorme por dentro, jamás hubieras pensado que contuviera todos esos recintos, esas estancias, esas atmósferas en implosión. La Antigua es un lugar intestinal. Está compuesta de espacios internos, concavidades y ecos. Es un efecto tramposo, porque el cielo es tan abierto encima de la ciudad, hay tanta luz arriba, y huele a flores en expansión. Pero por dentro hay un sitio fracturado, hecho de pasadizos, como en un hormiguero húmedo.

Y muchas hormigas. La Antigua se está sobrepoblando, claramente. Por eso es bueno salir de La Antigua, cuando se está en La Antigua. Eso hicimos: fuimos al cerro del Hotel Santo Domingo, cuyo objetivo aparente es convertirse en un santuario del arte. Un lugar magnífico, realmente. Las estatuas en el jardín; un homenaje a lo más inútil: el arte. Sin lo vano del arte estaríamos todos perdidos. El arte sin sentido inmediato encierra todo el significado del mundo.

Al día siguiente nos juntamos con el irlandés Mick Quinn, autor de The Uncommon Path, nos la pasamos muy bien. También tuve la oportunidad de ir –dos veces, de hecho– a mi restaurante favorito en el universo: Café Mediterráneo. Sencillez y elegancia absoluta, ecuaciones de jazz, y en cuanto a la comida, los ingredientes más frescos, la mejor alquimia italiana. Nunca se olviden de ir allí si van a la Antigua. El chef siempre contenido y digno.

Lo mejor del viaje fue hablar con CL6. Hablar y hablar. Darle vuelta al cerebro. Hablar.

Otra cosa interesante en estos días fue comprobar como mi práctica de Mahamudra se va haciendo más pervasiva. Cada vez más estable, surge Gran Sello. Se trata aquí de reconocer, en todos los eventos que se presentan espontáneamente en la consciencia, la naturaleza auténtica de la realidad: la no dualidad de lo relativo y lo absoluto, la unión de la conciencia y el vacío.