La lavadora y su narrativa entre tranquilizante y purgativa, entre sedante y circular. A estas alturas, necesitamos no de un padre confesor, sino de un laundry day: si hay un proceso que nos exculpa de todos nuestros pecados, purificante, nivelador, es ése. Lo nauseabundo y lo contaminado y lo sombrío y lo neurótico y lo lastimero se pacifican en el calor amniótico y doméstico de una sesión de lavado y secado. Hasta Norman Bates queda muy ufano y espoleado cuando consigue sacarle tanta sangre a esas sábanas. Figura en el acto de lavar la ropa una especie de dinámica redentora que disuelve en el acto todos los endeudamientos morales. Gran cosa ésta, la de lavar la ropa.