Emblemático momento con una chucha. Caminando de vuelta de Fontabella, y una chucha delante de un portón ladrando y ladrando, decía gua gua. Es raro ver chuchos en estas calles de la zona diez; antes antes, se les veía por todos lados en la ciudad de Guatemala, pero ahora ya no, a saber por qué, se los habrá llevado Arzú, y a lo mejor ese señor les dio de hartar tierna estrictina, ya de ese señor se espera cualquier cosa; es nuestro propio Citizen Kane, nuestro propio Randolph Hearst, el magnate de los medios, sólo que Arzú odia los medios. Como sea, la chucha, con las chiches maternales colgando, ladraba, y yo sentí gran compasión por ella, porque la sabía aunque firme, desorientada, quizá muy hambrienta, quizá muy sedienta, quizá apartada de sus crías. Un momento muy triste, muy criminal. Y yo sensible a los perros, porque ayer me tiré la caminata de Aware a favor de los animales, y estuve rodeado de casi cientos de ellos. Yo no le temí a la chucha (me sirvió mucho la experiencia de vivir en Pana para quitarme el miedo a los perros, miedo proveniente de que un rottweiler decidiese selectivamente morderme la cabeza y abrírmela en flor de veintisiete puntos), pues yo no le temí a la chucha, más bien estaba en tono conmovido por ella, pero ella decidió atacarme, y me defendí naturalmente, pero lo bonito es que sin miedo y toda vez manteniendo el nivel de compasión, sin agredirla de vuelta, con el conocimiento de que a los animales los tratan como ciudadanos de segunda, tercera y décima categoría en este país, con el conocimiento de que en la parcialidad y la preferencia de una especie sobre otra hay un cáncer, con el conocimiento de que yo vine a servirla a ella y no al revés. Seguí mi camino. Espero que esa perra encuentre un lugar de paz y dignidad. Gran admiración y enorme respeto por aquellos que dan su vida por los animales.