Polvo seremos, más polvo iluminado.
Las reliquias de Lama Zopa –a quién tantísimo le debo– vinieron a Guatemala, como parte de una gira itinerante. Ayer cumplí como voluntario, orientando a los visitantes en la sala misma en donde éstas se encontraban, en el Cerro Santo Domingo. Fue una experiencia maravillosa. El mero hecho de que estén en Guatemala significa una bendición intensa para el país.
Las reliquias de Lama Zopa –a quién tantísimo le debo– vinieron a Guatemala, como parte de una gira itinerante. Ayer cumplí como voluntario, orientando a los visitantes en la sala misma en donde éstas se encontraban, en el Cerro Santo Domingo. Fue una experiencia maravillosa. El mero hecho de que estén en Guatemala significa una bendición intensa para el país.
Las reliquias parten del mismísimo Shakyamuni hasta los santos contemporáneos como Lama Yeshe. Están ungidas de visión, poder, misterio, corazón y camino. Son objetos en donde se sintetiza intención iluminada y protectiva del más alto registro. Para los visitantes con un corazón sincero, se dan efectos espontáneos de salud vibrante y gozo–éxtasis, o bien se generan insights reveladores: cada reliquia, en su minimalidad y extrema sutileza, es un ajá sustantivo, cristalizado, con una carga de trascendencia. Se han dado experiencias cumbres en torno a las reliquias. Y es que éstas parecen funcionar a modo de intermediarias con la consciencia de los grandes patriarcas de la tradición, vehiculando expresiones y fuerzas celulares y secretas, emitiendo un campo excepcional que remueve el detritus, la agresión, los obstáculos acumulados en eones de condicionalidad, y reemplazando todo eso con dignidad sagrada, dignidad dármica. Fue honor servir a las reliquias y circunvalarlas y circunvalarlas. Hoy en la mañana amanecí con una energía levitante, como si hubiera ido a un retiro.
Si aquel que visitase las reliquias no creyera en esta clase de salvación, por lo menos le resultará saludable ver las reliquias por razones culturales (hoy es el último día).