Sobre todo, a uno le gustaría estar
solo. De allí que, cuando es invitado a una mesa redonda en el propio país, o
en un país vecino, uno declina, amablemente. Ese calor de los amigos literatos
fundiéndose en un mismo abrazo concurrente, esa alegre solidaridad campesina y
literaria, esos buenos ratos panorámicos en festivales, ferias y otros corrales
literarios, uno los ha evitado con cierta ceremonia, y mucha tozudez.